Cementerio Histórico de
San Miguel
Entre cipreses y naranjos, los pasillos del Cementerio Histórico de San Miguel están colmados de la historia de Málaga, y sus muros encierran infinidad de leyendas y sucesos. Un niño que cura enfermedades, una novia fantasmal que venga la muerte del novio que la plantó en el altar o cultos a ánimas blancas y negras son algunos de los misterios que rodean al primer camposanto de Málaga.
Allí descansan las familias y los personajes más influyentes de la época en 250 panteones que, más que lugares para el descanso eterno, son obras de arte. El mausoleo más grande, con diferencia, es el de la familia Larios. Cuenta con una capilla propia y su cúpula escalonada, rematada con una cruz, resalta entre los demás edificios. Entre gárgolas y relieves, destaca la escultura del ángel que corona la portada, que es el protagonista de la composición.
Sin embargo, lo ostentoso de esta construcción no hace sombra a otros monumentos de figuras conocidas como el decorado con altos relieves de Félix Sáenz, o la combinación de hierro forjado y mármol de estilo clásico de la familia Heredia, cuyo edificio está adosado a la capilla del cementerio.
Se comenzó a trabajar en el proyecto del camposanto tras el anuncio de la Real Orden de Carlos III de fecha 3 de agosto de 1784 que dictaba que, por razones de salud e higiene, debían establecerse lugares para el reposo de los cuerpos de los difuntos en lugares alejados de la población, dejando atrás la costumbre de la sepultura en las iglesias y los conventos.
Tras la epidemia de vómito negro que arrasó Málaga a principios del siglo XIX, el Ayuntamiento comenzó la construcción adquiriendo un terreno de 40.000 metros cuadrados en 1807, la finca del Capitán.
Después de varios años de trabajo, y sin haber acabado aún las obras por completo, se inauguró el día 1 de julio de 1810 con la bendición del Provisor y Vicario general del Obispado, Feliciano Molina, encomendando el camposanto a San Miguel Arcángel.
De cementerio olvidado a Patrimonio Histórico Andaluz
En 1987, la necrópolis dejó de estar en las afueras debido a la creciente expansión de la ciudad, ya que ahora se encuentra en una zona muy poblada entre los barrios de Olletas y Capuchinos. El alcalde Pedro Aparicio dictó entonces un decreto que prohibía a partir de las 0 horas del día 3 de enero de 1987 se enterrasen o se recibiesen nuevos restos mortales en el cementerio. En julio de ese año cerró sus puertas definitivamente. No fue hasta el año 2000 cuando se aprobó un plan que pretendía realizar un parque al lado de las instalaciones, justo donde antes se encontraban el patio civil, el segundo y el cuarto patio del camposanto. A partir de ahí se fueron rehabilitando algunos patios más y se ha conseguido recuperar parte de él por su contribución a la memoria histórica de Málaga. Así, en 2015 fue nombrado Patrimonio Histórico Andaluz.
Las fuentes, junto a los panteones, son las obras más famosas de la necrópolis. En un principio el lugar contaba con tres, pero actualmente son dos las que aún pueden verse. La fuente del Tempus fugit fue alzada en 1849 en la puerta del cementerio, justo delante del portón principal, y se dice que su nombre viene dado a raíz del famoso verso del poeta latino Virgilio en las Geórgicas. La conocida como fuente del cementerio se restauró en 2013 por el Ayuntamiento de Málaga y se encuentra en el interior de las instalaciones. Como curiosidad, esta construcción fue la que inspiró al poeta malagueño Serafín Estébanez Calderón para escribir un soneto homónimo.
Por su parte, la fuente del Triunfo de la Inmaculada fue retirada en 1916 del cementerio, pero la imagen de la virgen tallada en mármol blanco por Pedro de Mena puede verse ahora en el Museo del Patrimonio Municipal de Málaga.
Actualmente, el Cementerio de San Miguel está abierto al público y se realizan allí actividades como visitas guiadas gratuitas el penúltimo sábado de cada mes, paseos nocturnos o representaciones teatrales de la historia de Málaga.